Miedo a la vida, miedo a la muerte
Miedo a la vida, miedo a la muerte
En su forma más básica, el miedo tiene que ver con la existencia. El hecho mismo de existir, nos exige cosas que provocan miedo. En el otro extremo de la vida, contemplar la muerte, puede resultar igualmente pavoroso.
Una persona que quería suicidarse se encontraba sentada en un puente, a punto de arrojarse al vacío. “Me da miedo la vida y por eso quiero morir, pero me da miedo la muerte y quizá quiera vivir”.
Siguiendo a la psicóloga y educadora británica Frances Wilks, éstos son los dos extremos del miedo que paraliza, el miedo a la vida y el miedo a la muerte, lo cual ya fue señalado por el psicoanálisis y por los filósofos existencialistas, entre otros.
El miedo a la vida se manifiesta en una multitud de formas. Según esta autora, una de ellas se encuentra en la persona que no se compromete nunca, que no se detiene en nada y busca siempre nuevos inicios. Es aquella persona que no es capaz de comprometerse ni con una persona, ni con una profesión, ni con una meta creativa.
El miedo al fracaso se relaciona con el miedo a la vida, puesto que tiene que ver con fallar ante las exigencias de la vida, con no sentirse lo bastante bueno. ¿De qué hay que darse cuenta? De que no hay por qué matar todas las posibilidades creativas ni las posibilidades de establecer relaciones satisfactorias por miedo al fracaso.
Por otro lado, una persona que teme a la muerte, podría no asumir ningún riesgo y vivir una existencia estrecha. Su lema es “ante todo la seguridad”. Le da miedo casarse o escapar de un matrimonio muerto, tener hijos o no tenerlos.
Guiándonos todavía por Frances Wilks, diríamos que su vida contiene el menor número de cambios posibles o sigue un camino convencional y ya diseñado. Elige no sentir miedo, pero tampoco siente mucha excitación (a menudo el miedo es el peaje apagar por una vida excitante).
Suele tener un empleo seguro que ni le gusta ni le disgusta, lo hace porque eso es lo que se espera de él. Puede ser propietario de un piso en el que no ha dejado una impronta personal. Como buen hijo, visita a sus padres una vez al mes. Cuando estás con él, percibes que está envuelto por una piel impenetrable.
Si le preguntaras qué le produce miedo, probablemente te contestaría que nunca ha sentido miedo.. Esa vida puede resumirse con una palabra: control. Su miedo a sentir miedo y su miedo a la muerte se han convertido en un solo miedo.
Eso ha limitado sus elecciones a aquello que es del todo seguro. ¿De qué conviene darse cuenta? comprender que no todos los cambios llevan necesariamente a la muerte. Al contrario, son parte de la vida, una oportunidad de multiplicar los dones, talentos recibidos o desarrollados.
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